Por Franco Cecchini (*)

La industria de las Comunicaciones en Argentina posee una enorme diversidad de actores, con diferencias, en sus tamaños, alcances de sus servicios, origen de sus prestaciones, diferentes geografías y variadas tecnologías y topologías de acceso.

Quizás, como en pocos ( O ningún ) lugar del planeta.

Por eso es imposible hablar del mundo Telco sin marcar, al menos a grandes rasgos, esas diferencias.

Telcos/Celcos con posición dominante

Telecom, Telefónica y Claro comprenden este grupo cuyos balances millonarios y una porción de mercado mayor al 90% del total las convierten en un oligopolio con capacidad, no sólo de aguantar esta situación crítica sino que quizás puedan, en virtud de la necesidad de la población de los servicios móviles y de entretenimiento, mejorar su posición de mercado y sus números. Una posición dominante y un mercado cautivo y consensuado en bloque.

Cableros

Establecidos con al menos una competencia en su zona de influencia, su menor economía hace mucho más difícil mantener sus servicios si no tiene asegurado un flujo de caja de sus clientes y afrontar las bajas de servicios y atrasos en los pagos manteniendo su plantilla de personal intacta. Situación delicada y, caso a caso, desde algunas posiciones más sólidas a otras en situación crítica.

Entrantes, empresas que ingresaron ya en competencia y son elegidas por su calidad de servicio. Estas empresas basan la elección de sus clientes en la calidad integral de sus servicios, pero afrontan el problema de no poder brindar servicios móviles y una escala que, aunque siempre está en vigoroso ascenso, lejos está de las Telcos que han recibido 10 años de exclusividad en el siglo pasado. Un sector pujante que enfrentará los problemas de una economía en brutal recesión y ruptura de la cadena de pagos.

Cooperativas

Las empresas más antiguas de Argentina, las más postergadas y las que sostienen los servicios en aquellos lugares donde las grandes Telcos no le pusieron mayor atención. Basan su fuerza en una área geográfica buen cubierta y conocimiento local de sus clientes.

Cómo excepción, queda ARSAT. Una compañía estatal que cambia de timón tantas veces como el viento de la política sopla y se convierte en una red que, por política o por torpeza, es más disonante que aglutinante de las fuerzas del sector.

Y desde una visión de bosque, tenemos servicios de alta gama en la mayoría de las ciudades más pobladas de Argentina, una razonable cobertura de 4G en esas mismas zonas y carencias de cobertura en aquellos lugares donde los márgenes no son atractivos.

A eso, sumamos un Estado que hace 20 años está inactivo en materia de regulación, que saca resoluciones sin brújula y que gasta el dinero del Servicio Universal, que es recaudado para brindar servicios en zonas despobladas, en forma discrecional y poco efectiva y que no tiene en su espíritu alentar la competencia y las inversiones.

Está situación regulatoria débil y sojuzgada del Estado al Oligopolio, no es de hoy, lleva ya 20 años.

ARGENTINA es un país con mucho territorio y poca población, las Comunicaciones cumplen un rol económico y social trascendental.

Quizá, este sea un buen momento para repensar las Comunicaciones para el bien de todos los habitantes de nuestro país y dejar de asegurar mercado a quienes no invierten ni creen en el país.

El autor  es Presidente de la Cámara Argentina de Telefonía IP (CATIP)

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