Por Héber Martínez (*)
A raíz de la pandemia se han producido cambios culturales muy profundos a nivel global. Este cambio ha impactado en las actividades laborales, educativas y en las de entretenimiento. Si miramos en prospectiva, esta evolución, en realidad fue una aceleración de los procesos de digitalización que varias empresas y universidades venían planteando, mientras que en entretenimiento, fueron las mismas audiencias que comenzaron a volcarse hacia contenidos distribuidos por plataformas digitales. Y a todas las actividades las cruza un mismo factor, el gran avance de la red de redes.
Al que no estaba preparado para el cambio, o no la vio venir, lamentablemente lo ha dejado con las persianas bajas. En materia educativa son varias las universidades que ya venían trabajando en plataformas de educación sincrónica a través de aplicaciones como Zoom o Google Meet.
Por ejemplo, la Universidad Católica Argentina tenía previsto como objetivo para su claustro de profesores un porcentaje mínimo de clases a través de estas plataformas, y de repente, pasó a ser en el mes de marzo pasado el 100% de las horas cátedra. En este caso la aceleración está a la vista, y esta casa de estudios ya estaba preparada para el cambio.
Varias empresas otorgaban la posibilidad de realizar home office una vez por semana, también pasó a ser el 100%. Lo mismo podríamos decir de los organismos públicos, que gracias a la implementación que hizo el gobierno anterior de los sistemas de gestión a través de trámites a distancia (TAD), las instituciones públicas pudieron continuar con sus actividades.
Un tema común a todos estos cambios, es que lamentablemente el acceso a buena conectividad no es para todos los argentinos y depende en que lugar vivas. Aunque de esto ya llevamos mucho escrito y sobre todo por estos días después del DNU 690/2020, creo que llega el momento de abordar el tercer punto, el del entretenimiento y sus trabajadores.
Como es sabido, las migraciones de audiencias suceden a la par de los cambios tecnológicos y más en una sociedad como la argentina que resalta en Latinoamérica por las características que tiene en sus preferencias a la hora de consumir bienes culturales. Algo para destacar en esta materia y que es estable, es que Buenos Aires es una de las tres ciudades con más oferta de espectáculos teatrales del mundo.
Volviendo al tema de los cambios y las migraciones, recordemos brevemente que pasamos del cine a la TV abierta, de la TV abierta a la TV paga, y de la TV paga al consumo de contenidos audiovisuales a través de plataformas over the top (OTT) que se ofrecen a través de los servicios prestados por proveedores de internet.
Mucho hemos hablado, discutido y consensuado (a veces) sobre neutralidad de red, must offer, must carry, uso de red sin pagar, etc., etc., etc., pero, ¿cuándo vamos a hablar seriamente de los trabajadores de las industrias culturales?
Argentina lamentablemente no se han tomado decisiones efectivas sobre este sector. Una ley bien intencionada que produjo un efecto adverso fue la llamada “Ley del Actor”, que lejos de lograr mayor empleabilidad, aceleró la caída de producción de ficción en el país. Mientras tanto, varias empresas migraron la filmación de spots publicitarios a otros países, y Uruguay por ejemplo, anunció la creación de un polo de producción audiovisual en la Ciudad de Punta del Este, en la que habrá beneficios impositivos y estímulos a la producción. Ni que hablar de las leyes de mecenazgo de Brasil o la política de fomento de cine que tiene Colombia.
Tímidamente y con soluciones aisladas en Argentina hemos tenido los llamados planes de competitividad, la ley de bienes culturales, la ley del actor, las regulaciones sobre must offer que hizo Enacom y los anuncios de fondos para el fomento de producción de contenidos, entre otras.
Este año, lamentablemente, se ha profundizado la crisis. A pesar de haberse incrementado las audiencias en TV en más de un 30%, la pauta publicitaria ha disminuido casi a la mitad, y nótese que a pesar de contar con un tipo de cambio favorable para inversores del exterior no se ha incrementado la producción, ni se cierran convenios para producir bajo la “nueva normalidad” de manera masiva.
Llegó la hora de preguntarnos, los que tenemos alguna voz o responsabilidad, ¿en qué fallamos?
Alguien alguna vez me enseñó que la manera más rápida de salir de los laberintos es por arriba, por eso me atrevo a decir que:
Alguien alguna vez me enseñó que la manera más rápida de salir de los laberintos es por arriba, por eso me atrevo a decir que:
1. Se analice el sector de manera integral, con una agenda temática e información precisa.
2. Desde una mesa de diálogo multisectorial, con presencia de sindicatos, empresas y gobierno.
3. Pensar una política pública a largo plazo que traspase gobiernos y que tenga como objetivo la sustentabilidad de las fuentes laborales de los trabajadores del sector (actores, técnicos, periodistas, locutores, etc.)
4. Que el foco sea el análisis de la preferencia de los consumos culturales de los argentinos. Hemos leído regulaciones que imponen que emitir, cuando lo que se debe tener en cuenta es qué prefieren los argentinos, sobre todo en un momento en el que con solo una buena conexión de internet se puede acceder a cualquier contenido del mundo.
Si bien la discusión sobre los servicios es importante y se está llevando a cabo, repito, es momento de poner en agenda políticas públicas de fomento de los bienes culturales nacionales, para que los contenidos argentinos continúen siendo elegidos en el mundo, como lo fue el cine y todavía es la ficción de TV, antes que la inercia e inactividad aplasten nuestra creatividad.
(*) Consultor Independiente, ex Director del ENACOM