
Por Heber Martínez (*)
Ya no se trata solamente de la neutralidad de red. Nos debemos una mirada convergente sobre este tema, que sin dudas termina con la mirada puesta en nuestro desarrollo nacional, ¿por qué?
Sin lugar a dudas el concepto de neutralidad de red fue central para el crecimiento exponencial que ha tenido la red de redes. Y como en todo, los crecimientos rápidos suelen ser desordenados, por lo que es hora de ordenar para que no tenga consecuencias negativas en sectores importantes de la economía local.
Ahora bien, sobre esto hay más preguntas que respuestas. Para ello propongo hacer un breve ejercicio mediante un paralelismo con las vías de circulación:
¿Es equitativo que en una autopista quien ocupa más lugar y deje menos carriles no pague peaje al dueño de la infraestructura para transitar?
¿Es justo que para que no se sature esta autopista el dueño de ella tenga que invertir en la construcción de más carriles a su costo y sin que el que ocupa más de un carril aporte un peso?
¿Se distribuye bien la riqueza cuando el que ocupa más espacio en la autopista además cobra lo que transporta y no paga nada al dueño de la autopista ni al Estado Nacional?
¿Será por ello que ahora están construyendo sus propias autopistas internacionales?
¿Es correcto que quien transporta no tenga responsabilidad por lo que lleva?
Parece que las respuestas indican que no resiste más el modelo como está funcionando actualmente.
Y más aún, si damos un nuevo paso y analizamos las nuevas conductas de los consumidores vemos que cada vez se consumen más contenidos en plataformas digitales. Como me dijo una vez un referente de la TV: el tiempo de ocio es el mismo, nuestro esfuerzo va siempre orientado hacia captar al máximo ese tiempo. Hace unos pocos años los chicos no sabían la diferencia entre TV abierta y cable, ¿qué pasaría hoy si hacemos esa pregunta sobre toda la oferta de contenidos? Nosotros mismos, como usuarios tenemos un receptor que muchas veces nos ofrece al menos tres opciones con regulaciones totalmente distintas (abierta, cable, plataformas de contenidos, etc.).
Sin embargo, no solo las regulaciones son totalmente distintas, sino también las fuentes de trabajo local que generan, las exigencias gremiales, los impuestos y tasas, los aportes a entidades autorales y las obligaciones de contenidos mínimos, por nombrar algunas… Sin embargo el consumidor es el mismo a la vista de los anunciantes que pautan en esos medios.
Entonces, ¿qué hacemos con todo este ecosistema?, a saber: 1 consumidor, 2 redes de distribución, 3 proveedores de contenido, 4 medios tradicionales, 5 plataformas digitales, 6 trabajadores, 7 anunciantes.
Toda nueva regulación no debería ser una normativa que restrinja el crecimiento, sino más bien que lo ordene.
El titular de la Organización de los Estados Americanos, Luis Almagro, sostuvo en una exposición en la Cumbre sobre Regulación, Telcos y Libertad de Expresión, en Washington DC en el mes de julio pasado, que no resiste más el modelo de neutralidad de red como está concebido, y que los propietarios de las redes deben ser remunerados por su utilización comercial.
La nueva discusión no debería ser solamente neutralidad de red, sino también incluir los consumos culturales. Por si acaso, alguien recuerda la Ley 27.750 de preservación de bienes culturales. Todavía está vigente.
Ya en la discusión de la Ley 27.078 las asociaciones de medios (ATA) y productores de contenidos (CAPIT), sostuvieron en el Senado de la Nación la necesidad que parte del aporte al Fondo del Servicio Universal sea destinado para producciones de radio y TV.
Los franceses iniciaron hace unos años el camino a incluir en el último lugar del orden de las ventanas de estreno de contenidos a las plataformas digitales. Los catalanes discutieron sobre cobrar a los ISP una suma fija por mega consumido para fomento de cine local.
En definitiva para que sea una solución sustentable, debería existir una agenda común de sindicatos, medios tradicionales, productoras y redes de distribución (entre otros), que tenga como foco el desarrollo de la industria local de contenidos audiovisuales de alta calidad, y no solamente el proteccionismo puro.
Estamos ante una oportunidad histórica para que el Estado Nacional con una conducción única del tema y una agenda de trabajo con fechas concretas, convoque además de los mencionados en la presente, a universidades e investigadores para abordar este tema que hace al desarrollo de nuestro país y nuestra cultura, dejando atrás viejas rivalidades que tan mal han hecho a nuestras instituciones y sociedad.
El autor es ex director del ENACOM