Clarificado el panorama de candidates de cara a la renovación parlamentaria nacional en noviembre, uno de los temas que se debería discutir en la próxima campaña debería ser la normativa laboral.
Porque, al fin y al cabo, una sociedad «empleada» u «ocupada», que produce, es lo más parecido a una sociedad más sana.
Algunes ya escucharon esta anécdota, pero vale la pena reproducirla.
El nieto de 19 años le cuenta al abuelo que tiene su primer empleo. El abuelo, ya de 80 pirulos, orgullosamente le repite la consigna: «Acordate: 8 horas para trabajar, 8 para descansar y 8 para disfrutar». Respetuoso, el nieto lo mira a lo ojos y pregunta: «¿y cuando estudio?».
La anécdota real, ocurrida hace ya un década, refleja uno de los cambios más importantes en los últimos años en materia laboral, la capacitación constante.
En la campaña electoral se escucharon iniciativas vinculadas al tema laboral, desde la reducción de horas semanales, hasta la negación de derechos vanguardistas en los 70 como las indemnizaciones.
Todas las iniciativas tienen como argumento principal la «generación de empleo». Pero qué tipo de empleo es lo que no se define ni aclara.
Indemnizaciones, vacaciones, aguinaldo, son derechos laborales que los trabajadores en relación de dependencia conocen y defienden.
El monotributismo es otra cosa. Hay quienes valoran esta modalidad de trabajo porque les permite «ser dueños de su tiempo», entrar y salir de empresas en un modelo más emparentado con el «profesional independiente».
Ahora bien, de derechos laborales, poco y nada. Y como tantas otras cosas, los derechos se valoran cuando se pierden.
Es cierto que les trabajadores actuales de industrias tales como las de la tv, internet, economía del conocimiento en general, son distintes a la fuerza laboral de los 70.
La tecnología prometía darnos mas tiempo para el ocio, qué lejos quedó esa premisa. Otras consignas como «les trabajadores tiene que adaptarse o irse», tampoco sirven para empezar un debate serio.
La realidad es que generar empleo es una necesidad para la Argentina. La «uberización» del empleo (se acuerdan de esa definición?) no termina de encajar en sociedades dónde la defensa de los derechos laborales tiene cómo respaldarse.
La industria local de software asegura que el déficit de empleo en el sector es del 60%. ¿Qué quiero decir? Que les falta gente. De ahí la vocación para capacitar, capacitar y capacitar.
Esto ocurre en el marco de una situación en la cual Argentina, al igual que otros países en desarrollo, recibe la presión de quienes quieren aplicar recetas pre-pandémicas.
Y quién te dice, quizás sea el momento de ser creatives e innovadores. Veremos, veremos, después nuestres nietes dirán.