Habitantes de zonas rurales de Córdoba y Salta trabajan en redes comunitarias para disponer de internet, un derecho «vulnerado» por el mercado en las «zonas digitalmente excluidas», y al que necesitan acceder para alcanzar derechos básicos como la comunicación, la información, la salud, la educación, la cultura y el ejercicio de la ciudadanía digital, informó la Agencia de Noticias Télam.
El 40,2% de 311 parajes rurales de 21 provincias argentinas no dispone de conectividad, según el último informe realizado en 2021 por INTA y Enacom.
El valle Amblayo, situado a 150 km de la capital salteña, se encuentra a unos 2.200 metros de altura sobre el nivel del mar, rodeado por dos cerros en un clima semiárido.
Allí, está el paraje rural Río Salado, donde viven ocho familias. Entre ellas, la de Rodrigo Cuevas (38) que, organizadas con otras 400 personas de parajes cercanos, llevan adelante el Centro Vecinal La Junta desde hace ya 21 años y se dedican a la agricultura familiar, la cría de cabras para producción de quesos artesanales, de vacas para carne, cultivan maíz, papa, cebolla para el consumo y comercializan el excedente.
«Cursé la secundaria en Salta capital y después decidí volver al campo», comenzó contando Cuevas en diálogo con Télam.
«Al volver, propuse que todas las viviendas tengan energía eléctrica. Insistimos durante mucho tiempo y nos pusieron paneles solares y, después, las demandas fueron las comunicaciones», completó el joven desde su hogar, donde hace poco se habilitó un servicio 4G que «recién se está probando».
A pocos meses de iniciada la pandemia, en un contexto difícil, la red comunitaria para tener conectividad «surgió como una necesidad», describió, y, en menos de dos años, pudieron concretarla en conjunto con la Mesa de Comunicación Popular de Salta y Jujuy, que acompaña experiencias rurales e indígenas en procesos comunicacionales, y la asociación civil Altermundi, una ONG que comenzó hace diez años con el objetivo de achicar la brecha digital promoviendo el despliegue de redes comunitarias de internet en las zonas «donde las empresas no quieren invertir».
Estas redes libres y descentralizadas son construidas y autogestionadas por vecinos.
La organización desarrolló equipos, como el Libre Router, y aplicaciones para facilitar la construcción. Se trata de tecnología libre para que cualquier persona -sin conocimientos previos- pueda configurar, conectar, diagnosticar y ampliar su propia red.
A través de estos equipos conectan los techos de las casas y con instituciones comunitarias creando un entramado similar a la forma de una telaraña donde cada Libre Router da y recibe conectividad.
En la actualidad, el servicio con el que cuentan en el paraje Río Salado es de tan solo 5 Megabytes (MB) de internet para todas las viviendas y proviene de la localidad de Cafayate, que, a 80 km del lugar, pasa la señal por varios nodos ubicados en cerros hasta llegar allí.
«Cada familia está abonando $1.200, al ser una sola empresa prestataria, es caro», agregó Cuevas, quien además de realizar tareas de agricultura, este año viajó a Colombia a finalizar una diplomatura como Promotor de Telecomunicaciones en comunidades indígenas -él pertenece al pueblo Diaguita Calchaquí-, que había comenzado en primera instancia de manera virtual en la pandemia, y lo convirtió en técnico referente del paraje.
«Sin internet no la hubiera podido hacer la diplomatura», resaltó.
«Los costos varían según los acuerdos que hace cada comunidad, es bastante común que ronde los $500 (mensual), tiene que ver también con cómo logran interconectarse con internet», explicó el miembro fundador de la ong, Nicolás Echániz.
En el caso de la localidad cordobesa José de la Quintana, donde vive, firmaron un convenio con la Universidad Nacional de Córdoba por el cual utilizan el ancho de banda ocioso que la institución paga pero no utiliza y se lo «regala» a las redes comunitarias.
«Otras redes contratan ancho de banda mayoristas de los operadores estatales, y, en algunos casos, redes que recién están empezando comparten lo que haya», completó el fundador.
Los equipos que desarrolla la ONG para construir estas redes son de software libre y hardware de código abierto, es decir, que cualquier persona puede usarlo, estudiarlo, copiarlo, modificarlo y compartirlo libremente.
«Además, tiene una tecnología que se adapta para usarlo con batería, porque no contamos con electricidad de 220 v.», destacó Cuevas.
«Para nosotros fue todo un cambio tener internet porque hay mucha gente que migró y pudimos comunicarnos con ellos y hacer operativos con Anses para que las familias no tengan que viajar a la ciudad o los vecinos puedan jubilarse. No existe el transporte público, tenemos que coordinar con un vecino o hacer dedo en la ruta», explicó.
«El ingreso de las comunicaciones hizo que vuelvan algunos jóvenes al campo a producir. A mí me gusta el campo y producir alimento, este es mi lugar», concluyó.
La comunidad de Lutti, una zona rural del departamento cordobés de Calamuchita, se encuentra en pleno proceso de conformación de su red comunitaria de acceso a internet de la mano de Altermundi y otras organizaciones vecinales.
«Hace unos meses nos empezamos a organizar para ver si podemos tener internet, asistimos a una primera reunión en Cerro Colorado, un paraje a unos 20 km; la segunda la hicimos acá, y cada vez se suma más gente. El entusiasmo es muy grande», relató por teléfono a Télam Silvia Noemí Gómez (57), docente de la escuela rural de Lutti.
La escuela es el único punto del lugar que cuenta con internet gracias al servicio de Arsat, lo que les mejoró «mucho» la práctica educativa, pero ninguno de los hogares cuenta con señal de wifi ni telefónica.
Silvia vive a cinco cuadras de la escuela junto a su pareja. «Si bien no tenemos luz, ni agua, y los caminos no están cuidados, no perdemos la esperanza. Es un adelanto muy importante», completó.
Las viviendas entre vecinos están a un kilómetro de distancia entre sí y también hay estudiantes que viven a más de 8 kilómetros.
«Hay mucha distancia entre una casa y otra», explicó, y agregó que «en algún cerro alto» pueden captar internet, lo mismo con la señal de teléfono.
Para Gómez,»muchas cosas van a cambiar con internet», va a permitir acceder a cursos sin tener el costo económico de viajar, también los va a ayudar a comunicarse y a acceder a turnos médicos por sistema de telemedicina, porque el médico va «una vez por mes».
«Lo más lindo de vivir en el campo es la tranquilidad y la comunidad, aunque a veces hace frío y está alejado de todo. Pero internet nos va a acercar de alguna manera», concluyó.
Fuente: Télam